A diferencia de los fantasmas modernos, el Gjenganger asume una forma íntegramente corpórea en lugar de la tradicional forma espectral. Tampoco es dueño de ninguna habilidad fantasmagórica tradicional, como atravesar paredes o psicoquinesias. En lugar de ello, la habilidad del Gjenganger es esparcir enfermedades. Lo hace pellizcando a las víctimas. El resultado es que el sitio donde se produjo el pellizco se infecta y adquiere una coloración morada, y con el tiempo la piel y la carne se necrosan. La infección se esparce por el cuerpo hasta que finalmente llega al corazón, momento en el que la víctima muerte. El Gjenganger generalmente ataca a sus víctimas durante la noche mientras están dormidas, pues es su momento más vulnerable.
Existen multitud de formas de defenderse contra un Gjenganger. De la misma forma que con los vampiros, los símbolos sagrados, como cruces y amuletos, son capaces de repeler su presencia, y colocarlos sobre una puerta impedirá su entrada. Dado que los Gjengangers son espíritus corpóreos, asegurar puertas y ventanas también es una forma de evitar que entren al hogar.
En Escandinavia, el temor a ser atacado por un Gjenganger fue tan real que los antiguos escandinavos tomaban sus precauciones para impedir que estos seres se levantaran de sus tumbas. Cuando un probable candidato a convertirse en Gjenganger era sepultado, el ataúd se cargaba por encima de los muros de las iglesias, en lugar de utilizar las puertas. Después, lo cargaban tres veces alrededor de un sitio sagrado. Las palas que habían sido empleadas para cavar la tumba debían dejarse sobre el lugar, formando la señal de la cruz. Además, se dejaba una pila de piedras y palos en el sitio donde murió la persona. Las personas también tenían la costumbre de dibujar símbolos sagrados, hacer oraciones y marcar los cajones por dentro, todo eso para evitar que un cadáver terminara transformándose en un Gjenganger.
No hay comentarios:
Publicar un comentario