Quizá el mayor atractivo de estos videos es el aspecto que expone ante las personas especies de animales que antes resultaban desconocidas, sorprendiendo a la mayoría por el hecho de que estos animales sean tan bellos, dóciles, inteligentes y, sin lugar a dudas, lindos. ¿Y qué de malo hay en difundir un poco de ternura animal por la red?
Según un artículo de investigación publicado en 2013 por Anne-Isola Nekaris en PLOS, quizá esta actividad no sea tan inofensiva como parece.
Los autores analizaron un video de un loris recibiendo una sesión de cosquillas, donde aparentemente disfrutaba de la experiencia. Un loris, para quien no sepa (en la foto superior), es un tipo de primate relacionado con los lémures. Muchas veces se le identifica por su “lentitud” al moverse de forma pausada entre las ramas de los aboles. De la misma forma que los grandes primates (como los gorilas, chimpancés y humanos) no tienen cola, pero simplemente se trata de una convergencia evolutiva, es decir, no se explica por un ancestro común.
Diferente de la mayoría de los mamíferos, los loris tienen “bajo la manga” un arma muy extraña: una glándula venenosa bajo su axila. La secreción de esta glándula, al mezclarse con la saliva, le proporciona al loris una mordida venenosa, que generalmente emplea para cazar presas pequeñas y como defensa contra depredadores y competencia.
Como sea, por razones que escapan a nuestro conocimiento, dicho video fue compartido y visualizado un número enorme de veces, para la fecha en que se hizo el artículo ya pasaba el límite de las 12 millones de visualizaciones, sumando todas las versiones del video.
¿Y cuál es el problema? Los autores señalan que en estos videos, los principales tipos de comentarios hacían referencia a lo lindos que eran los animales, sobre lo que estaban haciendo o sobre cómo un comentarista deseaba un ejemplar de aquellos animales como mascota. Y en esta última parte es donde reside el lado oscuro de este tipo de videos.
Todas las especies de loris actualmente están en peligro de extinción debido a la devastación de sus hábitats naturales, la caza y, evidentemente, por el tráfico ilegal para que sirvan como animales de compañía o “decoración”. Dado que la venta de estas especies se considera un delito en gran parte del mundo, es muy probable que la presencia de estos animales en manos de particulares implique una extracción ilegal de animales de la naturaleza para satisfacer nuestra necesidad de ternura. Pero en realidad no hay nada de lindo en el hecho de que los animales en peligro de extinción pasen a convertirse en mascotas.
El artículo de Nekaris cita algunos ejemplos horribles: en Taiwán, en 1993, un contrabando confiscado de loris pigmeos tuvo una tasa de mortalidad del 80%. En Praga, en la década de 1990, todos los loris pigmeos confiscados a su entrada en un aeropuerto murieron durante la cuarentena.
Y, como si no fuera suficiente, los animales que llegan a sobrevivir a la experiencia eventualmente tienen que pasar por rituales barbáricos: como la remoción de sus dientes delanteros, para impedir el envenenamiento de sus futuros dueños. La remoción de los dientes, además de ser potencialmente fatal (con un 34% de mortalidad según los casos documentados por los autores), impide que los sobrevivientes se reintroduzcan en la naturaleza.
¿Y qué tiene que ver todo esto con Internet? Es bastante simple: si estos animales son producto del tráfico ilegal, dichos videos son la propaganda que expone a estos animales a nuevos mercados de consumidores, a una escala mundial. Y el hecho de que un 10% de los comentaristas afirmen que desean tener un ejemplar como mascota, puede ser un incentivo para que los traficantes intensifiquen la exploración de poblaciones nativas.
Obviamente esto no significa que tales videos deban eliminarse de Internet. Sería virtualmente imposible. Pero los autores del artículo argumentan que campañas de concientización pueden reorientar la opinión pública, y transformar una “propaganda gratuita” para los traficantes de animales, en una campaña de concientización contra la explotación de las especies.
Entonces, la próxima vez que veas una foto o video de un animal salvaje y te resulte lindo, acuérdate de los loris y pregúntate: ¿De dónde viene este animal? ¿Se encuentra en peligro de extinción? ¿Proviene del tráfico ilegal?
Y si alguna de esas preguntas resulta afirmativa, por más lindo que sea este animal, debes hacer ver que su lugar está en la naturaleza o, en el peor de los casos, en un zoológico.
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