sábado, 31 de diciembre de 2016

La historia desconocida del Año Nuevo


Una sensación imponente. El día 31 de diciembre todo mundo tiene conciencia de que un año cero kilómetros está a punto de tomar el lugar del viejo, que ya dio todo lo que tenía que dar. Se llega el momento en que todos se reúnen para ver las luces de la pirotecnia en los cielos, hacer los típicos rituales, atragantarse con las 12 uvas y abrazar a cualquier extraño que esté en las cercanías. Es la fiesta más grande de la humanidad. La gran celebración al ciclo de la vida, a un nuevo comienzo.

calendario primero enero


Pero espera un momento. ¿Cuál ciclo?, ¿qué nuevo comienzo? El sentido de la vida y del tiempo es implacablemente recto: nos hacemos más viejos con cada año que se va y punto. Nada sobrenatural acontece la noche del 1 de enero. ¿Estamos de acuerdo? Si tu respuesta es “sí”, probablemente estás mintiendo. Sí, mintiéndote a ti mismo. Esa ilusión de que los cambios de año tienen un significado – uno grande y bueno – es universal. Y es gracias a eso que tú estás hoy aquí, vivo.

Cada uno de los humanos modernos desciende de un antepasado que sobrevivió a la mayor crisis económica en la historia. Aquella crisis que tuvo el potencial de desparecer a la humanidad de la faz de la Tierra. Sucedió hace miles de años, cuando la única cosa que hacíamos para subsistir era cazar.
En la víspera del 11000 a.C., el modo de vida de los cazadores estaba en pleno auge. El hombre, a esas alturas, tenía un arma con la cual ningún otro depredador contaba: la religión. No precisamente eso que se nos viene a la cabeza cuando pensamos en religión, sino un concepto realmente abstracto: la idea de creer en que existe algo más grande, más allá de la vida. Esto es un instinto básico de nuestra psique. Y dado que era algo común a todos, cohesionaba más a las tribus en torno a los rituales y divinidades que cada una creaba. Ahora eran comunidades cada vez más numerosas, unidas y habilidosas, los Homo sapiens se convertían en los depredadores más exitosos sobre la Tierra. Era un momento de completa euforia. Pero, como sucede con todo episodio de euforia, también había un lado irracional.

La caza indiscriminada había disminuido la cantidad de animales salvajes disponibles para alimento. Para empeorar las cosas, un mini calentamiento global hizo escasear las presas buenas, como los bisontes y mamuts (en esa ocasión el calentamiento global no fue nuestra culpa, tan solo era el fin de una glaciación). El punto es que la escasez de la proteína animal puso en jaque el modo de vida de nuestros ancestros cazadores.

Que conste que esto no sucedió de la noche a la mañana en todo el planeta. En aquellos días la vida se concentraba en tribus de 100 o 150 personas que, cuando entraban en contacto unas con otras, era para hacer la guerra. Cada una de estas tribus vivió escasez en su tiempo. Y fueron muchas. Pero vistas desde nuestros días, la unión de estos problemas esparcidos puede considerarse como una gran crisis global.

templos y agricultura
Foto: KX Studio

¿Y cómo salieron de la crisis? Bueno, la solución se parece mucho a lo que hacemos hoy. Lo que los bancos centrales hicieron para apaciguar la crisis global que explotó en 2008 fue imprimir dinero. En el 11000 a.C. decidieron imprimir otra cosa: comida… en la tierra. Cultivar semillas y esperar a que crecieran fue una forma óptima de conseguir esas calorías que la caza ya no podía suministrar.
Pero había una sorpresa incluida: esta técnica, que hoy conocemos como agricultura, permitía sustentar de 10 a 100 veces más personas en el mismo espacio físico. Los que optaron por esta forma de vida crecieron y se multiplicaron. Pero solo tuvieron éxito en su emprendimiento por qué inventaron un nuevo dios: el calendario.

En ese culto al paso de los días esperando que las semillas dieran frutos, la humanidad descubrió una forma perfecta de saber en qué épocas plantar: observar la posición de las estrellas y la trayectoria del Sol a lo largo de todo el año. Hacer una lectura del manto celestial era tan esencial para la agricultura, que los pueblos en todos los rincones del mundo tuvieron que aprenderlo tarde o temprano. Y de esta forma lograron dominar algo que parecía sobrenatural: los ciclos del tiempo.
Pero el pragmatismo científico nunca fue nuestro fuerte como especie. Y por eso empezamos a tratar al cielo como una divinidad. El simple hecho de que sepas tu signo zodiacal es una herencia de aquella época – las 12 constelaciones del zodiaco no son más que los conjuntos de estrellas más usados para señalar las estaciones del año.

Es ese mismo impulso de convertir en deidades a las cosas lo que nos llevó a la felicidad instintiva de entregarnos a los rituales como el de las 12 uvas. Es ese impulso el que hace que la vida parezca constituirse en ciclos. Los cultivos, que con cíclicos en toda la extensión de la palabra, al adorarlos nuestros ancestros imprimieron en la cultura humana la idea de que la propia vida sufre una renovación cada año. Y festejar estas renovaciones era fundamental para que nos mantuviéramos con vida. Basta mirar un poco más de cerca para darse cuenta.

celebracion
David Gabriel Fischer / Fotografia

El Año Nuevo es una de las fiestas para marcar el auge del frío en el hemisferio norte – la otra es la Navidad. Ante la ausencia de un instinto biológico tan fuerte como el de las hormigas para acumular comida ante el invierno, la sensación de que un evento muy importante estaba por suceder aunque fuera en el medio de la estación fría, hacía que nuestros ancestros se comportaran precisamente como estos insectos, economizando para tener alimentos en la época de escasez. Y cada generación se encargó de transmitir a sus niños que aquel era el momento más especial de todo el año. Y lo sigue siendo. Se trata de ese momento en que celebramos la supervivencia de la especie humana… por lo menos hasta que la próxima gran crisis nos alcance.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Trucos Pokémon Sol y Luna: Cómo capturar a Totodile, Chikorita y Cyndaquil

Los iniciales de Johto: Guía para atraparlos en Alola

Una de las nuevas funciones introducidas en esta séptima generación de la saga Pokémon, Sol y Luna, es la introducción del Lector de códigos QR, que tiene diversas funciones. Por un lado, permite que descubramos la localización de los 300 Pokémon distribuidos por las cuatro islas del archipiélago; sin embargo, también nos deja hacernos con una serie de Pokémon que pertenecer a la Pokédex Nacional pero no a la de Alola, y entre ellos se encuentran los iniciales de Johto, de la segunda generación: Totodile, Chikorita y Cyndaquil.
Los Pokémon iniciales de Oro y Plata están disponibles en Sol y Luna, así que si quieres hacerte con ellos toma nota porque es mucho más fácil de lo que parece, además que vienen con movimientos huevo y en ocasiones incluso Habilidad Oculta.
chikoritas.jpg Captura de pantalla

El Escáner Insular, herramienta para esencial en Alola

  • Lo primero que tenemos que hacer es realizar 10 escaneos de códigos con el Lector QR.
  • Una vez hecho esto, el Escáner Insular estará cargado, así que dependiendo del día de la semana y la isla en la que estemos encontrará una especie u otra.
  • Para conseguir a Totodile tendremos que viajar a la Isla Melemele durante los lunes.
  • Para poder optar a Chikorita habrá que estar en Melemele durante los viernes.
  • Para hacer lo propio con Cyndaquil deberá ser domingo y tendremos que estar en la Isla Melemele.
Cabe decir que el Escáner Insular nos indicará dónde se encuentra en ese momento la especie en ciernes (Véase la Ruta 3, en la hierba alta), así que id bien provisionados con Pokéball y alguien que sepa Falsotortazo, que nos permitirá dejar con 1 PS al Pokémon a capturar.
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