Durante siglos los filósofos se han hecho la misma pregunta, sin hallar una respuesta satisfactoria. ¿Por qué la rana cruzó la carretera? Razones hay tantas como ranas, y en un vano intento de dar salida a esta inquietud que desconcierta al hombre desde los albores de la humanidad, Konami lanzó en el año 1981 un fantástico arcade que esconde sus metafísicas intenciones bajo una apariencia desenfadada. Por supuesto que hablamos de Frogger.
¿Por qué la rana cruzó la carretera? Deténganse un momento a pensar en esta obra maestra de la filosofía comtemporánea. Desde el inicio todo lo que afrontamos son preguntas sin respuesta. ¿Qué lleva a esta población de ranas a atravesar la carretera? La única certeza es que estas ranas enfilan su inexorable destino y tratan de cruzar esta barrera física en forma de neumáticos dispuestos, voluntaria o involuntariamente, a extraer hasta el último centímetro de sus intestinos por una cavidad o por otra, sin querer entrar en muchos detalles.
Quizá estamos errando en nuestro enfoque. Y es que si nos paramos a pensar: ¿quién controla a la rana? Si introducimos la monedita pero en cambio nos paramos a observar al animal, emulando a grandes etólogos como Lorenz o su colega Timbergen, veremos lo que la rana hace. Nada. A fin de cuentas, nuestro papel como supremo Dios de las ranas es llevarlas a atravesar la carretera, y luego el río. Como esperanzados pero crueles deus ex machina, llevamos a nuestras ranas a la destrucción o a una efímera victoria en la que como premio alzamos otra carretera aún más ardua que la anterior. Por supuesto, fuera de toda lógica. ¿Qué sentido tiene esto? ¿Es que nadie va a pensar en las ranas?
¿Es que acaso queremos desviar nuestra propia atención como seres humanos? ¿Cuál es el sentido de nuestras vidas? ¿Qué carreteras cruzamos, y por qué? ¿Es que acaso es mejor controlar el incierto destino de un puñado de ranas en vez de pensar en el destino propio? En cualquier caso, los sabios señores de Konami no solo se llenaron los bolsillos con nuestras monedas , sino que también nos regalaron una respuesta, parcialmente satisfactoria. La rana no se pregunta por qué, tan sólo cruza. En un afán de superación sin límites y armada con una buena dosis de moral espartana, la rana supera obstáculo tras obstáculo. Nosotros superamos obstáculo tras obstáculo. Quizás lo importante no es el “para qué” sino el “como”…
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